El Budismo

 

Una conferencia de Jorge Luis Borges

 

El tema de hoy ser� el budismo. No entrar� en esa larga historia que empez� hace dos mil quinientos a�os en Benares, cuando un pr�ncipe de Nepal - Siddharta o Gautama -, que hab�a llegado a ser el Buddha, hizo girar la rueda de la ley, proclam� las cuatro nobles verdades y el �ctuple sendero. Hablar� de lo esencial de esa religi�n, la m�s difundida del mundo. Los elementos del budismo se han conservado desde el siglo v antes de Cristo: es decir, desde la �poca de Her�clito, de Pit�goras, de Zen�n, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Jap�n. Los elementos son los mismos. La religi�n ahora est� incrustada de mitolog�a, de astronom�a, de extra�as creencias, de magia, pero ya que el tema es complejo, me limitar� a lo que tienen en com�n las diversas sectas. �stas pueden corresponder al Hinayana o el peque�o veh�culo. Consideremos ante todo la longevidad del budismo.

Esa longevidad puede explicarse por razones hist�ricas, pero tales razones son fortuitas o, mejor dicho, son discutibles, falibles. Creo que hay dos causas fundamentales. La primera es la tolerancia del budismo. Esa extra�a tolerancia no corresponde, como en el caso de otras religiones, a distintas �pocas: el budismo siempre fue tolerante.

No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trat� de imponer a nadie su nueva religi�n. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sinto�sta, o tao�sta, o cat�lico, puede ser pros�lito del Islam o de la religi�n jud�a, con toda libertad. En cambio, no le est� permitido a un cristiano, a un jud�o, a un musulm�n, ser budista.

La tolerancia del budismo no es una debilidad, sino que pertenece a su �ndole misma. El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. �Qu� es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el lat�n yugu.

Un yugo, una disciplina que el hombre se impone. Luego, si comprendemos lo que el Buddha predic� en aquel primer serm�n del Parque de las Gacelas de Benares hace dos mil quinientos a�os, habremos comprendido el budismo. Salvo que no se trata de comprender, se trata de sentido de un modo hondo, de sentido en cuerpo y alma; salvo, tambi�n, que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma. Tratar� de exponerlo.

Adem�s, hay otra raz�n. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religi�n es un acto de fe. As� como la patria es un acto de fe. �Qu� es, me he preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos argentinos. �Qu� es ser budista?

Ser budista, es, no comprender, porque eso puede cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el �ctuple camino.

No entraremos en los vericuetos del �ctuple camino, pues esa cifra obedece al h�bito hind� de dividir y subdividir, pero si en las cuatro nobles verdades.

Hay, adem�s, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japon�s, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le dec�a que cre�a en la verdad hist�rica del Buddha. Cre�a, y creo, que hace dos mil quinientos a�os hubo un pr�ncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que lleg� a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el L�cido -a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos so�ando ese largo sue�o que es la vida -. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta a�os, lleg� a despertarse y a ser el Buddha.

Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discut�a y le dec�a: "�Por qu� no creer en el pr�ncipe Siddharta, que naci� en Kapilovastu quinientos a�os antes de la era cristiana?" �l me respond�a: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agreg�, creo que con m�s ingenio que verdad, que creer en la existencia hist�rica del Buddha o interesarse en ella seria algo as� como confundir el estudio de las matem�ticas con la biograf�a de Pit�goras o Newton. Uno de los temas de meditaci�n que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Jap�n, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.

Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendi� a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su ap�stol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existi� o, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo hist�rico: lo importante es creer en la Doctrina. Sin embargo, la leyenda del Buddha es tan hermosa que no podemos dejar de referirla.

Los franceses se han dedicado con especial atenci�n al estudio d� la leyenda del Buddha. Su argumento es �ste: la biograf�a del Buddha es lo que le ocurri� a un solo hombre en un breve periodo de tiempo. Puede haber sido de este modo o de tal otro. En cambio, la leyenda del Buddha ha iluminado y sigue iluminando a millones de hombres. La leyenda es la que ha inspirado tantas hermosas pinturas esculturas y poemas. El budismo, adem�s de ser una religi�n, es una mitolog�a, una cosmolog�a, un sistema metaf�sico, o, mejor dicho, una serie de sistemas metaf�sicos, que no se entienden y que discuten entre s�.

La leyenda del Buddha es iluminativa y su creencia no se impone.

En el Jap�n se insiste en la no historicidad del Buddha. Pero s� en la Doctrina. La leyenda empieza en el cielo. En el cielo hay alguien que durante siglos y siglos, podemos decir literalmente, durante un n�mero infinito de siglos, ha ido perfeccion�ndose hasta comprender que en la pr�xima encarnaci�n ser� el Buddha.

Elige el continente en que ha de nacer. Seg�n la cosmogon�a budista el mundo est� dividido en cuatro continentes triangulares yen el centro hay una monta�a de oro: el monte Meru. Nacer� en el que corresponde a la India. Elige el siglo en que nacer�; elige la casta, elige la madre. Ahora, la parte terrenal de la leyenda. Hay una reina, Maya. Maya significa ilusi�n. La reina tiene un sue�o que corre el albur de parecernos extravagante pero no lo es para los hind�es.

Casada con el rey Suddhodana, so�� que un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las monta�as del oro, entr� en su costado izquierdo sin causarle dolor. Se despierta; el rey convoca a sus astr�logos y �stos le explican que la reina dar� a luz un hijo que podr� ser el emperador del mundo o que podr� ser el Buddha: el Despierto, el L�cido, el ser destinado a salvar a todos los hombres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo.

Volvamos al detalle del elefante blanco de seis colmillos. Oldemberg hace notar que el elefante de la India es animal dom�stico y cotidiano. El color blanco es siempre s�mbolo de inocencia. �Por qu� seis colmillos? Tenemos que recordar (habr� que recurrir a la historia alguna vez) que el n�mero seis, que para nosotros es arbitrario y de alg�n modo inc�modo (ya que preferimos el tres o el siete), no lo es en la India, donde se cree que hay seis dimensiones en el espacio: arriba, abajo, atr�s, adelante, derecha, izquierda. Un elefante blanco de seis colmillos no es extravagante para los hind�es.

El rey convoca a los magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pie y al nacer da cuatro pasos: al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, y dice con voz de le�n: "Soy el incomparable; �ste ser� mi �ltimo nacimiento". Los hind�es creen en un n�mero infinito de nacimientos anteriores. El pr�ncipe crece, es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor cal�grafo, confuta a todos los doctores (aqu� podemos pensar en Cristo y los doctores). A los diecis�is a�os se casa.

El padre sabe - los astr�logos se lo han dicho - que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salva a todos los dem�s si conoce cuatro hechos que son: la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en un palacio, le suministra un har�n, no dir� la cifra de mujeres porque corresponde a una exageraci�n hind� evidente. Pero, por qu� no decirlo: eran ochenta y cuatro mil.

El pr�ncipe vive una vida feliz; ignora que hay sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. El d�a predestinado sale en su carroza por una de las cuatro puertas del palacio rectangular. Digamos, por la puerta del Norte. Recorre un trecho y ve un ser distinto de todos los que ha visto. Est� encorvado, arrugado, no tiene pelo. Apenas puede caminar, apoy�ndose en un bast�n. Pregunta qui�n es ese hombre, si es que es un hombre. El cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos ese hombre si seguimos viviendo.

El pr�ncipe vuelve al palacio, perturbado. Al cabo de seis d�as vuelve a salir por la puerta del Sur. Ve en una zanja a un hombre a�n m�s extra�o, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta qui�n es ese hombre, si es que es un hombre. Es un enfermo, le contesta el cochero; todos seremos ese hombre si seguimos viviendo. El pr�ncipe, ya muy inquieto, vuelve al palacio. Seis d�as m�s tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo color no es el de esta vida. A ese hombre lo llevan otros. Pregunta qui�n es. El cochero le dice que es un muerto y que todos seremos ese muerto si vivimos lo suficiente.

El pr�ncipe est� desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad, la verdad de la muerte. Sale una cuarta vez. Ve a un hombre casi desnudo, cuyo rostro est� lleno de serenidad. Pregunta qui�n es. Le dicen que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que ha logrado la beatitud.

El pr�ncipe resuelve abandonar todo; �l, que ha llevado una vida tan rica. El budismo cree que el ascetismo puede convenir, pero despu�s de haber probado la vida. No se cree que nadie deba empezar neg�ndose nada. Hay que apurar la vida hasta las heces y luego desenga�arse de ella; pero no sin conocimiento de ella.

El pr�ncipe resuelve ser el Buddha. En ese momento le traen una noticia: su mujer, Jasodhara, ha dado a luz un hijo. Exclama: "Un v�nculo ha sido forjado." Es el hijo que lo ata a la vida. Por eso le dan el nombre de V�nculo. Siddharta est� en su har�n, mira a esas mujeres que son j�venes y bellas y las ve ancianas horribles, leprosas. Va al aposento de su mujer. Est� durmiendo. Tiene al ni�o en los brazos. Est� por besarla, pero comprende que si la besa no podr� desprenderse de ella, y se va.

Busca maestros. Aqu� tenemos una parte de la biograf�a que puede no ser legendaria. �Por qu� mostrarlo disc�pulo de maestros que despu�s abandonar�? Los maestros le ense�an el ascetismo, que �l ejerce durante mucho tiempo. Al final est� tirado en medio del campo, su cuerpo est� inm�vil y los dioses que lo ven desde los treinta y tres cielos, piensan que ha muerto. Uno de ellos, el m�s sabio, dice:

"No, no ha muerto; ser� el Buddha". El pr�ncipe se despierta, corre a un arroyo que est� cerca, toma un poco de alimento y se sienta bajo la higuera sagrada: el �rbol de la ley, podr�amos decir.

Sigue un entreacto m�gico, que tiene su correspondencia con los Evangelios: es la lucha con el demonio. El demonio se llama Mara.

Ya hemos visto esa palabra nightmare, demonio de la noche. El demonio siente que domina el mundo pero que ahora corre peligro y sale de su palacio. Se han roto las cuerdas de sus instrumentos de m�sica, el agua se ha secado en las cisternas. Apresta sus ej�rcitos, monota en el elefante que tiene no s� cu�ntas millas de altura, multiplica sus brazos, multiplica sus armas y ataca al pr�ncipe. El pr�ncipe est� sentado al atardecer bajo el �rbol del conocimiento, ese �rbol que ha nacido al mismo tiempo que �l.

El demonio y sus huestes de tigres, leones, camellos, elefantes y guerreros monstruosos le arrojan flechas. Cuando llegan a �l, son flores. Le arrojan monta�as de fuego, que forman un dosel sobre su cabeza. El pr�ncipe medita inm�vil, con los brazos cruzados. Quiz� no sepa que lo est�n atacando. Piensa en la vida; est� llegando al nirvana, a la salvaci�n. Antes de la ca�da del sol, el demonio ha sido derrotado. Sigue una larga noche de meditaci�n; al cabo de esa noche, Siddharta ya no es Siddharta. Es el Buddha: ha llegado al nirvana.

Resuelve predicar la ley. Se levanta, ya se ha salvado, quiere salvar a los dem�s. Predica su primer serm�n en el Parque de las Gacelas de Benares. Luego otro serm�n, el del fuego, en el que dice que todo est� ardiendo: almas, cuerpos, cosas est�n en: fuego. M�s o menos por aquella fecha, Her�clito de �feso dec�a que todo es fuego.

Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco al ascetismo, que tambi�n es innoble y doloroso. Predica una v�a media -para seguir la terminolog�a teol�gica -, ya ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos a�os, que dedica a la pr�dica. Podr�a haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos disc�pulos.

Muere en casa de un herrero. Sus disc�pulos lo rodean. Est�n desesperados. �Qu� van a hacer sin �l? Les dice que �l no existe, que es un hombre como ellos, tan irreal y tan mortal como ellos, pero que les deja su Ley. Aqu� tenemos una gran diferencia con Cristo. Creo que Jes�s les dice a sus disc�pulos que si dos est�n reunidos, �l ser� el tercero. En cambio, el Buddha les dice: les dejo mi Ley. Es decir, ha puesto en movimiento la rueda de la ley en el primer serm�n. Luego vendr� la historia del budismo. Son muchos los hechos: el lama�smo, el budismo m�gico, el Mahayana o gran veh�culo, que sigue al Hinavana o peque�o veh�culo, el budismo zen del Jap�n.

Yo tengo para m� que si hay dos budismos que se parecen, que son casi id�nticos, son el que predic� el Buddha y lo que se ense�a ahora en la China y el Jap�n, el budismo zen. Lo dem�s son incrustaciones mitol�gicas, f�bulas. Algunas de esas f�bulas son interesantes. Se sabe que el Buddha pod�a ejercer milagros, pero al igual que a Jesucristo, le desagradaban los milagros, le desagradaba ejercerlos. Le parece una ostentaci�n vulgar. Hay una historia que contar�: la del bol de s�ndalo.

Un mercader, en una ciudad de la India, hace tallar un pedazo de s�ndalo en forma de bol. Lo pone en lo alto de una serie de ca�as de bamb�, una especie de alt�simo palo enjabonado. Dice que dar� el bol de s�ndalo a quien pueda alcanzarlo. Hay maestros her�ticos que lo intentan en vano. Quieren sobornar al mercader para que diga que lo han alcanzado. El mercader se niega y llega un disc�pulo menor del Buddha. Su nombre no se menciona, fuera de ese episodio.

El disc�pulo se eleva por el aire, vuela seis veces alrededor del bol, lo recoge y se lo entrega al mercader. Cuando el Buddha oye la historia lo hace expulsar de la orden, por haber realizado algo tan balad�.

Pero tambi�n el Buddha hizo milagros. Por ejemplo �ste, un milagro de cortes�a. El Buddha tiene que atravesar un desierto a la hora del mediod�a. Los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan una sombrilla cada uno. El Buddha, que no quiere desairar a ninguno de los dioses, se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha protegido por la sombrilla que le ha arrojado.

Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la par�bola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qu� casta pertenec�a, el material de la flecha, en qu� lugar estaba el arquero, qu� longitud tiene la flecha. Mientras est�n discutiendo estas cuestiones, se muere. "En cambio -dice el Buddha-, yo ense�o a arrancar la flecha." �Qu� es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones in�tiles. Por ejemplo: �es finito o infinito el universo? �El Buddha vivir� despu�s del nirvana o no? Todo eso es in�til, lo importante es que nos arranquemos la flecha.

Se trata de un exorcismo, de una ley de salvaci�n.

Dice el Buddha: "As� como el vasto oc�ano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la leyes el sabor de la salvaci�n". La ley que �l ense�a es vasta como el mar pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvaci�n. Desde luego, los continuadores se han perdido (o han encontrado tal vez mucho) en disquisiciones metaf�sicas. El fin del budismo no es �se. Un budista puede profesar cualquier religi�n, siempre que siga esa ley. Lo que importa es la salvaci�n y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curaci�n del sufrimiento y el medio para llegar a la curaci�n. Al final est� el nirvana. El orden de las verdades no importa. Se ha dicho que corresponden a una antigua tradici�n m�dica en que se trata del mal, del diagn�stico, del tratamiento y de la cura. La cura, en este caso, es el nirvana.

Ahora llegamos a lo dif�cil. A lo que nuestras mentes occidentales tienden a rechazar. La transmigraci�n, que para nosotros es un concepto ante todo po�tico. Lo que transmigra no es el alma, porque el budismo niega la existencia del alma, sino el karma, que es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces. En el Occidente esa idea est� vinculada a varios pensadores, sobre todo a Pit�goras. Pit�goras reconoci� el escudo con el que se hab�a batido en la guerra de Troya, cuando �l ten�a otro nombre. En el d�cimo libro de La Rep�blica de Plat�n est� el sue�o de Er. Ese soldado ve las almas que antes de beber en el rio del Olvido, eligen su destino. Agamen�n elige ser un �guila, Orfeo un cisne y Ulises -que alguna vez se llam� Nadie- elige ser el m�s modesto y el m�s desconocido de los hombres. .

Hay un pasaje de Emp�docles de Agrigento que recuerda sus vidas anteriores: "Yo fui doncella, yo fui una rama, yo fui un ciervo y fui un mudo pez que surge del mar." C�sar atribuye esa doctrina a los druidas. El poeta celta Taliesi dice que no hay una forma en el universo que no haya sido la suya: "He sido un jefe en la batalla, he sido una espada en la mano, he sido un puente que atraviesa sesenta r�os, estuve hechizado en la espuma del agua, he sido una estrella, he sido una luz, he sido un �rbol, he sido una palabra en un libro, he sido un libro en el principio." Hay un poema de Rub�n Dar�o, tal vez el m�s hermoso de los suyos, que empieza as�: "Yo fui un soldado que durmi� en el lecho / de Cleopatra la reina..." La transmigraci�n ha sido un gran tema de la literatura. La encontramos, tambi�n entre los m�sticos. Plotino dice que pasar de una vida a otra es como dormir en distintos lechos y en distintas habitaciones. Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensaci�n de haber vivido un momento parecido en vidas anteriores. En un hermoso poema de Dante Gabriel Rossetti, "Sudden light", se lee, I have been here before, "Yo estuve aqu�". Se dirige a una mujer que ha pose�do o que va a poseer y le dice: "T� ya has sido m�a y has sido m�a un n�mero infinito de veces y seguir�s siendo m�a infinitamente." Esto nos lleva a la doctrina de los ciclos, que est� tan cerca del budismo, y que San Agust�n refut� en La Ciudad de Dios.

Porque a los estoicos y a los pitag�ricos les hab�a llegado la noticia de la doctrina hind�: que el universo consta de un n�mero infinito de ciclos que se miden por calpas. La calpa trasciende la imaginaci�n de los hombres. Imaginemos una pared de hierro. Tiene diecis�is millas de alto y cada seiscientos a�os un �ngel la roza. La roza con una tela fin�sima de Benares. Cuando la tela haya gastado la muralla que tiene diecis�is millas de alto, habr� pasado el primer d�a de una de las calpas y los dioses tambi�n duran lo que duran las calpas y despu�s mueren.

La historia del universo est� dividida en ciclos y en esos ciclos hay largos eclipses en los que no hay nada o en los que s�lo quedan las palabras del Veda. Esas palabras son arquetipos que sirven para crear las cosas. La divinidad Brahma muere tambi�n y renace. Hay un momento bastante pat�tico en el que Brahma se encuentra en su palacio. Ha renacido despu�s de una de esas calpas, despu�s de uno de esos eclipses. Recorre las habitaciones, que est�n vac�as. Piensa en otros dioses. Los otros dioses surgen a su mandato; y creen que el Brahma los ha creado porque estaban ah� antes.

Deteng�monos en esta visi�n de la historia del universo. En el budismo no hay un Dios; o puede haber un Dios pero no es lo esencial. Lo esencial es que creamos que nuestro destino ha sido prefijado por nuestro karma o karman. Si me ha tocado nacer en Buenos Aires en 1899, si me ha tocado ser ciego, si me ha tocado estar pronunciando esta noche esta conferencia ante ustedes, todo esto es obra de mi vida anterior. No hay un solo hecho de mi vida que no haya sido prefijado por mi vida anterior. Eso es lo que se llama el karma. El karma, ya lo he dicho, viene a ser una estructura mental, una fin�sima estructura mental.

Estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestra vida. Es que tejen, no s�lo nuestras voliciones, nuestros actos, nuestros semisue�os, nuestro dormir, nuestra semivigilia: perpetuamente estamos tejiendo esa cosa. Cuando morimos, nace otro ser que hereda nuestro karma.

Deussen, disc�pulo de Schopenhauer, que quiso tanto al budismo, cuenta que se encontr� en la India con un mendigo ciego y se compadeci� de �l. El mendigo le dijo: "Si yo he nacido ciego, ello se debe a las culpas cometidas en mi vida anterior; es justo que yo sea ciego".

La gente acepta el dolor. Gandhi se opone a la fundaci�n de hospitales diciendo que los hospitales y las obras de beneficencia simplemente atrasan el pago de una deuda, que no hay que ayudar a los dem�s: si los dem�s sufren deben sufrir puesto que es una culpa que tienen que pagar y si yo los ayudo estoy demorando que paguen esa deuda, El karma es una ley cruel, pero tiene una curiosa consecuencia matem�tica: si mi vida actual est� determinada por mi vida anterior, esa vida anterior estuvo determinada por otra; y �sa, por otra, y as� sin fin. Es decir: la letra z estuvo determinada por la y, la y por la x, la x por la v, la v por la u, salvo que ese alfabeto tiene fin pero no tiene principio. Los budistas y los hind�es, en general, creen en un infinito actual; creen que para llegar a este momento ha pasado ya un tiempo infinito, y al decir infinito no quiero decir indefinido, innumerable, quiero decir estrictamente infinito.

De los seis destinos que est�n permitidos a los hombres (alguien puede ser un demonio, puede ser una planta, puede ser un animal), el m�s dif�cil es el de ser hombre, y debemos aprovecharlo para salvarnos.

El Buddha imagina en el fondo del mar una tortuga y una ajorca que flota. Cada seiscientos a�os, la tortuga saca la cabeza y seria muy raro que la cabeza calzara en la ajorca. Pues bien, dice el Buddha, "tan raro como el hecho de que suceda eso con la tortuga y la ajorca es el hecho de que seamos hombres. Debemos aprovechar el ser hombres para llegar al nirvana".

�Cu�l es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos el concepto de un Dios, ya que no hay un dios personal que cree el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen. La palabra zen puede parecernos extra�a, pero vamos a compararla con otras palabras que conocemos.

Pensemos por ejemplo en la Voluntad de Schopenhauer. Schopenhauer concibe Die Welt als Wille und Vorstellung, El mundo como voluntad y representaci�n. Hay una voluntad que se encarna en cada uno de nosotros y produce esa representaci�n que es el mundo.

Eso lo encontramos en otros fil�sofos con un nombre distinto. Bergson habla del �lan vital, del �mpetu vital; Bernard Shaw, de the life force, la fuerza vital, que es lo mismo. Pero hay una diferencia: para Bergson y para Shaw el �lan vital son fuerzas que deben imponerse, debemos seguir so�ando el mundo, creando el mundo. Para Schopenhauer, para el sombr�o Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sue�o, debemos dejar de so�arlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que �qu� es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, adem�s de otros males, entre ellos uno muy pat�tico, que para el Buddha es uno de los m�s pat�ticos: no estar con quienes queremos.

Tenemos que renunciar a la pasi�n. El suicidio no sirve porque es acto apasionado. El hombre que se suicida est� siempre en el mundo de los sue�os. Debemos llegar a comprender que el mundo es una aparici�n, un sue�o, que la vida es sue�o. Pero eso debemos sentirlo profundamente, llegar a ello a trav�s de los ejercicios de meditaci�n.

En los monasterios budistas uno de los ejercicios es �ste: el ne�fito tiene que vivir cada momento de su vida vivi�ndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediod�a, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontrar� con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el mediod�a, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como �l y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.

Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda as� con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fern�ndez. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo "yo pienso", estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es as�. Habr�a que decir, apunta Hume, no "yo pienso", sino "se piensa", como se dice "llueve". Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acci�n; no, est� sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace fr�o, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.

En los monasterios budistas los ne�fitos son sometidos a una disciplina muy dura. Pueden abandonar el monasterio en el momento que quieran. Ni siquiera -me dice Mar�a Kodama - se anotan los nombres. El ne�fito entra en el monasterio y lo someten a trabajos muy duros. Duerme y al cabo de un cuarto de hora lo despiertan; tiene que lavar, tiene que barrer; si se duerme lo castigan f�sicamente. As�, tiene que pensar todo el tiempo, no en sus culpas, sino en la irrealidad de todo. Tiene que hacer un continuo ejercicio de irrealidad.

Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidharma fue el primer misionero, en el siglo VI. Bodhidharma se traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador que hab�a fomentado el budismo y le enumera monasterios y santuarios y le informa del n�mero de ne�fitos budistas. Bodhidharma le dice: 'Todo eso pertenece al mundo de la ilusi�n; los monasterios y los monjes son tan irreales como t� y como yo." Despu�s se va a meditar y se sienta contra una pared.

La doctrina llega al Jap�n y se ramifica en diversas sectas. La m�s famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un procedimiento para llegar a la iluminaci�n. S�lo sirve despu�s de a�os de meditaci�n. Se llega bruscamente; no se trata de una serie de silogismos. Uno debe

intuir de pronto la verdad. El procedimiento se llama satori y consiste en un hecho brusco, que est� m�s all� de la l�gica.

Nosotros pensamos siempre en t�rminos de sujeto, objeto, causa, efecto, l�gico, il�gico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esas categor�as. Seg�n los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuici�n brusca, mediante una respuesta il�gica. El ne�fito pregunta al maestro qu� es el Buddha. El maestro le responde: "El cipr�s es el huerto." Una contestaci�n del todo il�gica que puede despertar la verdad. El ne�fito pregunta por qu� Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede responder: "Tres libras de lino." Estas palabras no encierran un sentido aleg�rico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuici�n. Puede ser un golpe, tambi�n. El disc�pulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar con un golpe. Hay una historia -desde luego tiene que ser legendaria- sobre Bodhidharma.

A Bodhidharma lo acompa�aba un disc�pulo que le hac�a preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El disc�pulo trataba de meditar y al cabo de un tiempo se cort� el brazo izquierdo y se present� ante el maestro como una prueba de que quer�a ser su disc�pulo. Como una prueba de su intenci�n se mutil� deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, que al fin de todo era un hecho f�sico, un hecho ilusorio, le dijo: "�Qu� quieres?" El disc�pulo le respondi�:

"He estado buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encontrado." El maestro resumi�: "No la has encontrado porque no existe." En ese momento el disc�pulo comprendi� la verdad, comprendi� que no existe el yo, comprendi� que todo es irreal. Aqu� tenemos, m�s o menos, lo esencial del budismo zen.

Es muy dif�cil exponer una religi�n, sobre todo una religi�n que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos el budismo como un juego de leyendas, sino como una disciplina; una disciplina que est� a nuestro alcance y que no exige de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la meditaci�n, una meditaci�n que no tiene que ser sobre nuestras culpas, sobre nuestra vida pasada.

Uno de los temas de meditaci�n del budismo zen es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje budista pensar�a en este momento que he empezado a vivir ahora, que toda la vida anterior de Borges fue un sue�o, que toda la historia universal fue un sue�o. Mediante ejercicios de orden intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz.

Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sensaci�n del pensamiento y una prueba de ello estar�a en la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos a�os.

�Qu� significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos llegado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, estamos libres. San Agust�n dijo que cuando estamos salvados no tenemos por qu� pensar en el malo en el bien. Seguiremos obrando el bien, sin pensar en ello.

�Qu� es el nirvana? Buena parte de la atenci�n que ha suscitado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa palabra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo precioso. �Qu� es el nirvana, literalmente? Es extinci�n, apagamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y entonces, la extinci�n. Contrariamente, un orientalista austriaco hace notar que el Buddha usaba la f�sica de su �poca, y la idea de la extinci�n no era entonces la misma que ahora: porque se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparec�a.

Se pensaba que la llama segu�a viviendo, que perduraba en otro estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extinci�n. Puede significar que seguimos de otro modo. De un modo inconcebible para nosotros. En general, las met�foras de los m�sticos son met�foras nunciales, pero las de los budistas son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se lo compara, m�s bien, con una isla. Con una isla firme en medio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede compar�rselo con un jard�n, tambi�n. Es algo que existe por su cuenta, m�s all� de nosotros.

Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos a�os -y de la que he entendido poco, realmente - con �nimo de mostrar una pieza de museo. Para m� el budismo no es una pieza de museo: es un camino de salvaci�n. No para m�, pero para millones de hombres. Es la religi�n m�s difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla esta noche.


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