Mi gato es un mago

 

por Frank Thomas Smith��

Cuando mam� vino a despertarme, una ma�ana, vi que sonre�a y miraba hacia los pies de mi cama. Yo tambi�n mir� hacia all� y vi a un hermoso gato blanco que me observaba con sus enormes ojos amarillos. El gato bostez� y avanz� hacia m� sobre la cama. Yo no me animaba a tocarlo hasta que �l se acerc� y refreg� su delicada cabeza contra mi mano. Entonces lo acarici�.

En ese momento entr� pap� y me pregunt� si me gustaba Merl�n, el gato.

–S�, much�simo.

Pap� me dijo que Merl�n era m�o y que si lo trataba con cari�o, iba a ser feliz en nuestra casa. Yo tambi�n estaba muy feliz y les agradec� a mis padres.

–Pero �por qu� se llama Merl�n? –pregunt�.

Pap� me explic� que Merl�n hab�a sido un mago de la corte del Rey Arturo. Y como este gato era blanco, sin ninguna mancha, y ten�a una bella cara y una mirada misteriosa, le hab�a hecho pensar en Merl�n, el mago.

–�Est�s de acuerdo con el nombre? –me pregunt�.

–Claro que s� –exclam�–. Quiz�s �l sea Merl�n, el mago, hechizado.

–No, Nico, no lo creo, pero bien podr�a ser mago –dijo pap�, gui��ndole un ojo a mam�–. Habr�  que ver.



Un d�a desapareci� el l�piz que me hab�a regalado el abuelo. Era un l�piz muy bueno que escrib�a en tres colores a la vez -- azul, rojo y verde. Lo busqu� por todas partes. Mam�  me ayud�, pero no pudimos encontrarlo.

Mientras lo buscabamos, Merl�n nos observaba desde su silla favorita.

–Ven, Merl�n –le dije–. Ay�danos a buscar el l�piz –pero �l no se movi�.

Finalmente, ya sin esperanzas de encontrarlo, me sent� en el piso de mi cuarto y me agarr� la cabeza. Merl�n se me acerc� y se me refreg� contra la pierna. Luego fue hasta el armario y ara�� la puerta. A Merl�n le gusta esconderse en mi armario y yo lo dejo, aunque Mam� dice que no deber�a, ya que si me olvido que est� all� y la puerta se cierra, �l no puede salir. La verdad, un d�a en que todos salimos de casa, me olvid� que Merl�n se hab�a metido en el armario. Cuando volvimos, horas m�s tarde, o� el miau de Merl�n desde adentro del armario. Le abr� la puerta enseguida y �l sali� sin apuro, bostez� y se lav� la cara con la pata, cosa que siempre hace cuando se despierta. Me pareci� que no le hab�a molestado estar encerrado tanto tiempo, tal vez porque los gatos duermen mucho y les gustan los lugares oscuros. Le abr� la puerta del armario y, en el acto, se meti� de un salto. Camin� hasta el fondo del estante, levant� una camiseta con la pata y, con la boca, tom� el l�piz perdido. Volvi� a salir y me lo puso a los pies.

��Merl�n �exclam�, sos mago!

Esa noche, cuando pap� regres� a casa del trabajo, mam� y yo le contamos c�mo Merl�n hab�a encontrado el l�piz perdido.

–Merl�n es mago, no es cierto, pap�?

–Sin duda –dijo pap�–. Parece que no s�lo hace aparecer las cosas perdidas, sino que tambi�n las hace desaparecer.

Desde aquel d�a, cada vez que no encontramos algo, le preguntamos a Merl�n y �l lo hace aparecer. Si es que tambi�n es �l quien antes lo hace desaparecer, no lo s�. Lo que s� s� es que es un mago. Y si no me creen, escuchen esto.

Un d�a mam� y yo regres�bamos de lo de mi abuela en un taxi. Al llegar a casa, mam� le pag� al taxista y bajamos del auto. En cuanto el taxi se puso en marcha, mam� se dio cuenta de que se hab�a olvidado el bolso con el tejido en el auto. Era un bolso donde llevaba un hermoso pul�ver de lana casi terminado que le estaba tejiendo a pap�. Hab�a estado trabajando en ese pul�ver durante meses. Mam� le grit� al taxista y corri� tras el auto, pero ya fue tarde. El hombre no la oy� y no se detuvo. Mam� se puso tan triste que casi se larga a llorar. El bolso no ten�a ninguna identificaci�n suya, as� que no hab�a esperanzas de poder recuperarlo.

Esa noche, le contamos a pap� lo que hab�a sucedido. Mam� le dijo que lo sent�a y que le empezar�a a tejer otro pul�ver. Pap� le dio un beso y le dijo que no se pusiera triste, que hab�a cosas mucho peores. Y luego, como chiste, lo mir� a Merl�n que estaba tirado en su sill�n favorito y le dijo:

–Merl�n, �pod�s encontrar el tejido de mam�?

Merl�n lo mir� con su cara sabia y dijo: "Miau, miau!", como contest�ndole: "S�, �por qu� no?"

Pap� y mam� se rieron y supongo que eso hizo que mam� se sintiera mejor, pero a m� no me pareci� una broma.

–Merl�n te va a encontrar el bolso, mam�. No te preocupes –le dije–. Mam� me abraz�, y vi que ten�a los ojos h�medos.

Merl�n bostez�, maull� de nuevo y se fue hacia la cocina. Todos pensamos que hab�a ido a tomar agua, pero como tardaba, lo fui a buscar. No estaba all� as� que supe que hab�a saltado al jard�n por la ventana que est� sobre la heladera. Sal� y lo llam�, pero tampoco estaba all�. Eso no me preocup� porque �l suele irse de paseo a la noche.

Al d�a siguiente era s�bado y yo no ten�a que ir a la escuela, as� que pod�a dormir hasta m�s tarde. Pero a la hora de costumbre, Merl�n me lami� la oreja y ronrone�. Abr� un ojo y le estaba por decir que me dejara dormir, cuando vi que ten�a una peque�a hebra de lana azul oscuro en la boca.

–�Merl�n! –exclam�–. �D�nde encontraste la lana de mam�? –por supuesto, no pod�a saber con exactitud que era la lana de mam�, pero yo estaba seguro de todos modos. Merl�n maull�, salt� de la cama y se dirigi� a la puerta.

–�Esp�rame! –le grit�. Me vest� a la carrera y lo segu�. Fue a la cocina y salt� al jard�n por la ventana. Mis padres a�n dorm�an y decid� no despertarlos. Descolgu� una llave del porta llaves, abr� la puerta y sal�. Merl�n me estaba esperando junto al port�n.

Salimos y dej� que Merl�n fuera adelante. Caminaba con la cola blanca bien erguida, lo que quer�a decir que estaba contento. Todav�a llevaba el pedacito de lana en la boca. Caminamos un largo rato. Yo iba contando las cuadras porque no quer�a perderme. Cuando hab�amos hecho veintiuna cuadras, Merl�n se detuvo frente a una casita con un lindo jard�n. Me esper� a que lo alcanzara y luego salt� por sobre el port�n, cruz� corriendo el jard�n y se trep� a un �rbol. Camin� con cuidado a lo largo de una rama haciendo equilibrio hasta llegar a una ventana abierta en el primer piso. Yo lo miraba con el coraz�n en la boca. Merl�n salt� al alf�izar de la ventana y luego hacia adentro de la casa. Yo me llev� la mano a la boca y ahogu� un grito: "�Merl�n!"

No hab�a pasado ni un minuto cuando su cabeza volvi� a aparecer por la ventana. De un salto, volvi� a subir a la rama. Ya no ten�a el trocito de lana en la boca. Ahora sosten�a una hebra de lana azul que sal�a desde el interior de la casa. Se desliz� por la rama y baj� por el tronco, tirando todo el tiempo de la hebra de lana que continuaba saliendo por la ventana. As� lleg� hasta el port�n y se ech� en el suelo del lado de adentro. La hebra de lana se extend�a desde la ventana al �rbol, bajaba hasta el pasto y cruzaba el jard�n hasta llegar al port�n.

Entonces supe lo que ten�a que hacer. Hab�a una campana sobre el port�n. Tir� de la cuerda, la hice sonar y esper�. Un momento despu�s, se abri� la puerta y apareci� una se�ora de pelo canoso.

–Disculpe, se�ora, pero por casualidad, �no encontr� usted un bolso con un tejido, un pul�ver azul casi terminado?

La se�ora fij� la vista en Merl�n y la hebra de lana. Sali� al jard�n y sigui� con la mirada el recorrido de la lana hasta la ventana del primer piso. Luego se acerc� al port�n y dijo:

–S�, as� es. �Es tuyo?

–Es de mi mam�. Se lo olvid� en un taxi.

La se�ora sonri� y abri� el port�n.

–Pasa –me dijo.

La segu� al interior de la casa y hasta el primer piso donde hab�a un cuarto de labores. Cerca de la ventana, sobre una mesa, estaba el bolso de tejido de mam�, del que sal�a una hebra de lana que se extend�a hacia afuera por la ventana, por donde Merl�n la hab�a sacado.

–�Es este el bolso de tu mam�?

–S�, se�ora.

–Pero �c�mo supiste que estaba aqu�?

–Merl�n me trajo.

–�Merl�n?

–Mi gato.

–Merl�n debe ser un gato maravilloso.

–S�, se�ora, es mago.

–Un taxista me trajo el bolso �me explic� la se�ora�. Adentro hay una libreta que tiene mi nombre y mi direcci�n, junto con algunas explicaciones de tejidos. �Sabes por qu� figuran mi nombre y direcci�n en la libreta de tu mam�?

–No, se�ora, pero se lo puedo preguntar.

–S�, por favor –exclam� la se�ora–. Tengo mucha curiosidad por saberlo.

Luego me dio el bolso y se ofreci� a llevarnos hasta casa en auto, pero yo le expliqu� que volver�amos a pie porque a Merl�n no le gustan los autos.

Cuando llegamos a casa, mis padres estaban tomando el desayuno.

–�Ad�nde estuviste? –me pregunt� Mam�, enojada–. No te he dicho mil veces que no salgas sin avis... –de pronto, se le ilumin� el rostro–. �Pero si ese es mi bolso! �D�nde lo encontraste?

Les cont� c�mo Merl�n me hab�a guiado hasta el bolso, y mam� se acord� de que, hac�a mucho tiempo, la abuela le hab�a dado el nombre y la direcci�n de una profesora de tejido, por si quer�a tomar clases. Ella hab�a tomado nota en su libreta, pero nunca se hab�a puesto en comunicaci�n con la profesora y se hab�a olvidado totalmente del asunto.

Mientras mam� hablaba, mi padre observaba a Merl�n que se estaba limpiando con la lengua.

��Saben? �dijo�. Creo que Merl�n es de verdad un mago �y esta vez no gui�� ning�n ojo, porque hablaba en serio.

�Por supuesto que s� �dije. Y me puse a tomar el desayuno. Merl�n bostez�, se desperez� y, sin apuro, se dirigi� al living para echarse una siestita en su sill�n favorito. Estaba agotado despu�s de haberse pasado toda la noche buscando el bolso de mam�.���������������������������������������������������������������


Traducci�n: Mar�a Teresa Guti�rrez


Este cuento est� incluido en el Amazon Kindle eBook: Un viaje a las estrellas


Home