Formaci�n pr�ctica del pensar

 

Rudolf Steiner

 

Conferencia dada en Karlsruhe, Alemania el 18 de agosto de 1909

 

 

 

Podr�a parecer extra�o que sea Justamente a antroposof�a la que se sienta llamada a hablar de la educaci�n pr�ctica del pensar, puesto que con mucha frecuencia se sustenta la opini�n, por quienes no conocen la materia, de que la antroposof�a es algo eminentemente impr�ctico y que nada tiene que ver con la vida.

Tal parecer s�lo puede quedar en pie para una observaci�n superficial del tema. En realidad, lo que aqu� consideraremos, deber� ser una orientaci�n en la vida diaria; deber� poder convertirse cada momento en sensaci�n, capacit�ndonos para afrontar la vida con seguridad y para encontrar en ella una posici�n firme.

Los considerados pr�cticos se imaginan que obran de acuerdo con los principios sustentados. Examinando m�s cercanamente se notar�, sin embargo, muy a menudo que el llamado "pensar pr�ctico" no es tal, sino un seguir c�modamente en opiniones inculcadas y en h�bitos de ello.

Si ustedes observan con objetividad absoluta el pensar de los pr�cticos y si examinan eso que suele llamarse pr�ctica del pensar, notar�n que a veces hay tras ella muy poca pr�ctica genuina; lo que se llama pr�ctica, consiste en haber aprendido: �c�mo ha pensado un maestro, en su oficio?;�de qu� manera pens� el art�fice de tal o cual art�culo? y �c�mo se conduce uno mismo conforme a ello? Y quien piense de otra manera ser� tomado por hombre impr�ctico, pues su pensar no concuerda con lo que la tradici�n ha inculcado.

Mas si realmente fue inventada una cosa pr�ctica, esto en modo alguno fue la obra de un pr�ctico propiamente dicho. Consideremos por ejemplo nuestro sello postal (estampilla). Cu�n f�cil ser�a creer que un pr�ctico del servicio postal lo hubiera inventado. Mas no es este el caso. Todav�a a principios del siglo pasado, el despacho de una carta era algo muy complicado. Para mandar una carta, era necesario dirigirse a la oficina respectiva donde se depositaban las cartas; all� se consultaban varios libros y el procedimiento implicaba buen n�mero de formalismos. El porte unitario, tal como estamos acostumbrados a tenerlo, apenas s� lleva alrededor de sesenta a�os de existencia. Y nuestro sello postal, al cual debemos esta comodidad, no es invenci�n de un pr�ctico del servicio postal, sino de un hombre ajeno al correo: el ingl�s Hill. Despu�s de creado el sello, el ministro en cuya jurisdicci�n ca�a el servicio postal, dijo en el parlamento ingl�s: "En primer lugar, no es de suponer que esa simplificaci�n en realidad redunde en un aumento tan enorme del servicio, como lo describe aquel impr�ctico Mr. Hill, y segundo, dado por supuesto que as�, fuere, el edificio de correos de Londres no ser�a suficiente para ese servicio". Ni por asomo se le ocurri� a aquel gran pr�ctico que el edificio de correos tuviese que amoldarse al servicio y no el servicio al edificio. No obstante, en un cort�simo lapso, logr� imponerse lo que en aquel entonces, hubo de ser defendido por un "impr�ctico" contra un "pr�ctico"; hoy nos es la cosa m�s natural que la carta sea despachada con su sello.

Algo similar puede decirse del ferrocarril. Cuando, en 1835, se iba a construir el primer ferrocarril alem�n de Nuremberg a Furth, el Colegio M�dico de Baviera, consultado al respecto, produjo un informe de peritaje en el sentido de que la construcci�n de ferrocarriles no era aconsejable; si, a pesar de esto, se intentara construirlo, ser�a necesario al menos erigir una tapia alta de tablas a ambos lados del trazado, para evitar que los transe�ntes acaso sufrieran una conmoci�n nerviosa o cerebral.

Al proyectarse la l�nea ferroviaria de Potsdam a Berl�n, el intendente general de correos Nagler aleg�: "Cada d�a mando dos diligencias a Potsdam y �stas no van completas; si los se�ores quieren echar su dinero por la ventana, �por qu� no lo hacen por v�a directa?".

Los hechos reales de la vida siempre sobrepasan a los "pr�cticos", es decir, a los que se creen pr�cticos.

Ha de distinguirse entre el pensar verdadero y la as� llamada pr�ctica del pensar, la que no es sino un dictaminar de acuerdo con un pensar habitual, enraizado en la costumbre.

Quisiera narrarles una peque�a experiencia que tuve hace tiempo, para tomarla como punto de partida de nuestras reflexiones: en mis a�os de estudios vino a verme un d�a un joven compa�ero, lleno de esa alegr�a que se observa justamente en personas que han tenido una idea muy brillante y me dijo: "Tengo que ir ahora a visitar al profesor Radinger (que en aquel entonces ten�a a su cargo la c�tedra de construcci�n de m�quinas en la Universidad), pues acabo de hacer una invenci�n magn�fica: Invent� una m�quina que rinde una cantidad inmensa de trabajo, mediante la transformaci�n de un m�nimo de energ�a de vapor que se emplea una sola vez".

No pudo decirme m�s, ya que ten�a mucha prisa de ver al profesor. Pero... como no lo encontr�, regres� para exponerme toda su teor�a. Todo el relato me hab�a olido, desde un principio, a "perpetuum mobile" - pero, en fin, �por qu� tal cosa habr�a de ser del todo imposible? - Mas, despu�s de que �l me hubiera expuesto todo, tuve que decirle: "Pues, mira, todo est� ideado con mucha sagacidad, pero en la pr�ctica es algo comparable a que una persona suba a un vag�n de ferrocarril, empuje fuertemente y luego crea que el vag�n se mueve a su impulso. Tal es el principio del pensar en tu invento". Se convenci� por fin y no ha vuelto a visitar al profesor.

As� puede uno encasillarse, por decirlo as�, en su pensar.

En casos muy aislados, este proceso se muestra claramente; pero son muchas las personas que as� se ubican en la vida, sin que se lo pueda percibir tan f�cilmente como en nuestro ejemplo. Pero aquel que observe m�s �ntimamente las cosas sabe que un gran n�mero de los procesos del pensar humano transcurren as�: Ve, por decirlo as�, a las personas en los vagones, empujando desde adentro y creyendo que son ellas las que mueven el vag�n. Mucho de lo que acontece en la vida suceder�a de un modo muy distinto si los hombres no fueran tales productores del movimiento en el vag�n.

Una pr�ctica real del pensar presupone la adquisici�n de la justa actitud y del justo sentimiento frente al pensar. �C�mo puede adquirirse la justa posici�n frente al pensar?

No tendr� el justo sentimiento frente al pensar, quien crea que el pensar es algo que s�lo se halla dentro del hombre, en su cabeza o en su alma. Al que tenga tal idea, un sentimiento err�neo lo desviar� continuamente de buscar una correcta pr�ctica del pensar, de exigir debidamente su pensar. Quien quiera adquirir el justo sentimiento frente al pensar, deber� decirse:

Si puedo formarme pensamientos sobre las cosas, y si por medio de pensamientos puedo averiguar algo de ellas, los pensamientos deben estar previamente contenidos en las cosas.

Las cosas han de ser construidas seg�n los pensamientos; s�lo entonces ser� yo capaz de extraer (hacer surgir) los pensamientos tambi�n de las cosas.

Es preciso imaginamos que con las cosas del mundo sucede lo mismo que con un reloj. La comparaci�n del organismo con un reloj es utilizada muy a menudo, pero la gente suele olvidar lo m�s importante: la existencia de un relojero. Hay que tener muy en claro que los engranajes no concurrieron, ni se juntaron por s� mismos para hacer funcionar el reloj, sino que antes ha existido un relojero que ensambl� ese reloj. �No hay que olvidar al relojero! El reloj se realiz� por obra de pensamientos, los pensamientos fluyeron, por decirlo as�, al reloj, al objeto.

Asimismo todo cuanto es obra o fen�meno de la naturaleza ha de ser visto de este modo. En lo que es obra del hombre, es f�cil visualizarlo; en las obras de la naturaleza, por el contrario, no es tan f�cil que el hombre lo advierta; y, no obstante, tambi�n aqu� se trata de actividades espirituales, y tras ello est�n seres espirituales. Cuando el hombre reflexiona sobre las cosas, s�lo piensa sobre aquello que antes ha sido contenido en ellas.

Reci�n la fe en que el mundo naci� del pensar y que todav�a contin�a haci�ndolo, har� fructificar la verdadera pr�ctica interior del pensar.

Siempre es la incredulidad frente a lo espiritual en el mundo la que provoca la peor "mala pr�ctica" del pensar, incluso en el campo cient�fico. Por ejemplo, si alguien dice:

"Nuestro sistema planetario fue formado as�; al principio hubo una nebulosa que empez� a girar, se conglomer� para formar un cuerpo central, de �ste se separaron anillos y esferas y as� se form� mec�nicamente todo el sistema planetario", entonces, �l que lo divulga, comete un considerable error del pensar. De una manera bonita esta idea es ense�ada a la gente en forma de un lindo experimento se la demuestra en todas las escuelas:

Se pone una gota de aceite en un vaso de agua, se la perfora con una aguja y se hace girar todo el conjunto. Entonces se separan peque�as gotitas de la gota grande, y as� se tiene un sistema planetario en miniatura, y se ha demostrado al alumno - al menos as� se cree - que este sistema puede hacerse de una manera puramente mec�nica. S�lo un pensar no pr�ctico puede ligar tales deducciones con este bonito experimento, pues el que lo aplica al gran sistema universal, suele olvidar algo que en otras ocasiones quiz�s sea bueno que se olvide; se olvida a s� mismo, olvida que �l mismo ha puesto en rotaci�n todo. Sin su intervenci�n, la gota de aceite nunca se hubiera disociado en gotitas. Si el hombre observara esto y lo aplicara al sistema planetario, s�lo entonces habr�a utilizado un pensar pleno.

Semejantes errores del pensar desempe�an en nuestros tiempos un papel preponderante, sobre todo en la as� llamada ciencia. Estas cosas son mucho m�s importantes de lo que com�nmente se supone.

Para poder hablar de genuina pr�ctica del pensar, es necesario saber que s�lo pueden extraerse pensamientos de un mundo que ya los contiene impl�citamente. As� como s�lo se puede tomar agua de un vaso que realmente la contenga, tambi�n los pensamientos s�lo pueden ser extra�dos de objetos que ya los contienen. El mundo est� construido conforme a pensamientos; por esta �nica raz�n nos es posible extraer pensamientos de �l. Si no fuera as�, ninguna pr�ctica del pensar podr�a realizarse.

Pero si el hombre siente lo aqu� enunciado en todo su alcance, f�cil ser� para �l elevarse por encima de todo pensar abstracto; si el hombre tiene la confianza plena de que tras las cosas hay pensamientos y que los he6hos reales de la vida transcurren de acuerdo a ellos, cuando tiene este sentimiento le ser� f�cil convertirse a una pr�ctica del pensar que est� construida sobre la realidad. '.

Quisiera exponer ahora algo de aquella pr�ctica del pensar que es particularmente importante para quienes tengan como base la antroposof�a: El que est� compenetrado de la idea de que el mundo real transcurre en pensamientos, comprender� la importancia de cultivar un pensar correcto.

Supongamos que 'alguien diga: "quiero enriquecer mi pensar de tal manera que siempre pueda orientarse correctamente en la vida". Tal persona tendr� que atenerse entonces a lo que se expondr� enseguida, y las indicaciones siguientes han de ser consideradas efectivamente como reglas pr�cticas, que surtir�n determinados efectos si en esfuerzos siempre renovados se aspira a ajustar el pensar a ellas; y el pensar se volver� pr�ctico, aun cuando en un principio no pareciese as� hasta se presentar�n al pensar otras experiencias muy diferentes, si se llevan a la pr�ctica tales reglas.

Supongamos que alguien intente lo siguiente: observa hoy, cuidadosamente, un proceso en el mundo que le es accesible y que puede observar con mucha exactitud; digamos, por ejemplo, las condiciones atmosf�ricas. Observa la configuraci�n de las nubes al atardecer, el aspecto del sol al ponerse, etc., y graba en su memoria con toda exactitud la imagen de lo observado. Trata de retener en su mente todos los detalles de esta imagen durante cierto lapso; retiene esta representaci�n cuanto pueda y trata de conservarla hasta el d�a siguiente. Al d�a siguiente vuelve a observar aproximadamente a la misma hora, o bien a otra, las condiciones atmosf�ricas y trata nuevamente de adquirir una imagen exacta de las mismas.

Si de esta manera se forma im�genes fieles de estados sucesivos, comprobar� con suma certeza que su pensar va enriqueci�ndose interiormente y se intensifica; pues lo que hace impr�ctico el pensar es que el hombre generalmente tiene demasiada inclinaci�n a no fijarse en los detalles de los procesos consecutivos de este mundo, conform�ndose con vagas representaciones generalizadas. Lo valioso, lo decisivo, lo que fecunda el pensar, consiste precisamente en formarse im�genes fieles de los procesos sucesivos, y decirse luego: "ayer la situaci�n fue tal, hoy es as�", y reproduciendo ante el alma en la forma m�s imaginativa posible esas dos im�genes que en el mundo real se presentan separadas.

En un principio, esto no es sino una manifestaci�n especial de la confianza en los pensamientos de la realidad.

El hombre no deber� sacar conclusiones inmediatas y deducir de lo que ha observado hoy, las condiciones atmosf�ricas de ma�ana.

Esto corromper�a su pensar. Deber� m�s bien tener confianza en que las cosas de la realidad est�n relacionadas entre s� y que las condiciones de ma�ana est�n de alg�n modo conectadas con las de hoy. No deber� especular sobre ello; deber� m�s bien representarse en imaginaciones interiores y con la mayor exactitud lo que se le presenta en forma sucesiva, dejando despu�s que estas im�genes coexistan y se compenetren.

Este es un principio m�s, nacido de la confianza de que las cosas y los acontecimientos llevan en s� mismos una necesidad, y que los mismos hechos contienen la fuerza propulsora. Y lo que all� dentro trabaja, de hoya ma�ana, son fuerzas del pensar. Si profundizamos en las cosas, adquiriremos conciencia de tales fuerzas; mediante estos ejercicios las tendremos presentes en nuestra conciencia; concordaremos con ellas si se cumple lo que hab�amos previsto y tendremos entonces una relaci�n interior con la verdadera actividad pensante del asunto. As� nos acostumbraremos a no pensar arbitrariamente sino de acuerdo a la naturaleza intr�nseca de las cosas.

Pero tambi�n podemos educar nuestra pr�ctica del pensar en otra orientaci�n. Un acontecimiento que sucede hoy, guarda relaci�n tambi�n con lo que ha sucedido ayer. Por ejemplo: Un muchacho se ha portado mal; �cu�les podr�n ser las causas? De los acontecimientos de hoy nos remontamos a los de ayer, y nos imaginamos las causas que no conocemos. Nos decimos: Creo que lo que sucede hoy se prepar� ayer o anteayer por esto o aquello.

Despu�s nos informamos respecto de lo que realmente sucedi�, y as� reconoceremos si hemos pensado acertadamente.

Si se ha encontrado la causa correcta est� bien; si se form� una representaci�n err�nea, se tratar� de reconocer los errores y de descubrir c�mo se ha desarrollado el proceso del pensar y c�mo ha transcurrido en la realidad.

Realizar estas reglas b�sicas es lo que importa: que nos tomemos el tiempo para considerar las cosas tal como si estuvi�semos con nuestro pensar dentro de ellas, que 'ahondemos en las cosas, en su actividad pensante interior.

Si hacemos esto, notaremos poco a poco que nos identificamos con las cosas, que ya no tenemos la sensaci�n de que las cosas est�n fuera y nosotros estamos dentro reflexionando sobre ellas; experimentaremos, por el contrario, una sensaci�n de que nuestro pensar se moviese dentro de las cosas. Quien logre esto en sumo grado, podr� dilucidar muchas cosas. Fue Goethe, un hombre que hab�a alcanzado un alto grado de lo que puede lograrse en ese dominio, un pensador cuyo pensar se mov�a siempre dentro de las cosas. El psic�logo Heinroth dijo en su libro "Tratado de la Antropolog�a" (Lehrbuch der Anthropologie, 1822) que el pensar goetheano era un pensar "objetivo". Goethe mismo apreci� esta denominaci�n.

Heinroth quiso caracterizar con esta denominaci�n una actitud cognoscitiva que no se separa de las cosas (de los "objetos"), que queda dentro de ellas y que se mueve dentro de su necesidad. El pensar de Goethe era a la vez un intuir, su intuici�n a la vez un pensar.

Goethe ha ido lejos en cuanto al desarrollo del pensar. As� es que m�s de una vez sucedi� que Goethe, al tener la intenci�n de salir de su casa, iba a la ventana y dec�a al que estuviera presente: "En tres horas va a llover". Y as� suced�a. El peque�o segmento del cielo que le era visible por la ventana, le permit�a pronosticar lo que suceder�a dentro de las pr�ximas horas en las condiciones atmosf�ricas dadas. Su pensar verdadero y apegado a las cosas lo hab�a capacitado para barruntar lo que, como acontecimiento posterior, se estaba preparando en el precedente.

De hecho, mediante un pensar pr�ctico se puede lograr mucho m�s que lo que com�nmente se supone. El que posea todo lo que fue descrito como reglas para el pensar, comprobar� que el pensar se vuelve notoriamente pr�ctico, que la visi�n se ampl�a y que las cosas del mundo se conciben mejor que antes. Poco a poco el hombre adoptar� una actitud completamente nueva frente a las cosas, y a�n frente a los hombres.

Es un proceso real que se desarrolla en �l, transformando toda su conducta. Que el hombre trate realmente de identificarse con las cosas mediante su pensar, puede tener una enorme importancia, puesto que la ejecuci�n de tales ejercicios es un principio eminentemente pr�ctico para el pensar.

Hay otro ejercicio que deber�an practicar especialmente aquellas personas a quienes no se les ocurre lo oportuno en el momento dado. Lo que tales personas deber�an hacer, consiste sobre todo en evitar pensar abandon�ndose en cada momento a lo que les fluye del mundo accidentalmente, a lo que las cosas traen consigo. Sabemos de sobra que el hombre, al ofrec�rsele alguna oportunidad para recostarse por media hora a descansar, suele dar rienda suelta a sus pensamientos, perdi�ndose en detalles. O quiz�s tenga esta u otra preocupaci�n que se introduce s�bitamente en su conciencia y se apodera completamente de �l. Una persona que as� act�a nunca tendr� la idea acertada en el momento oportuno. Para alcanzarla tendr� que proceder como sigue: Al tener media hora para descansar, se dir� a s� mismo: Cada vez que tenga tiempo pensar� sobre algo que yo mismo elija, que yo mismo introduzca intencionalmente en mi conciencia.

Ahora, por ejemplo, reflexionar� sobre algo que quiz�s me sucedi� en el pasado, digamos, en un paseo hace dos a�os; introducir� intencionalmente en mi pensar mis vivencias de aquel entonces y reflexionar� sobre ellas aunque s�lo sea por cinco minutos. �Har� abstracci�n de todo lo dem�s, durante estos cinco minutos! Yo mismo elegir� sobre lo que quiero pensar o reflexionar. Ni siquiera es necesario que la selecci�n sea tan complicada como en el caso antedicho. Lo que importa no es tanto influenciar el proceso del pensar con ejercicios dif�ciles, sino esforzarse en salir de la rutina, del acontecer diario. Aquel sin ideas y falto de imaginaci�n, puede ayudarse con una lectura y reflexionando sobre lo que lea a primera vista, o bien puede uno pensar: Reflexionar� hoy sobre lo que vi cuando fui a mi oficina a determinada hora de la ma�ana y que, de lo contrario, hubiera desatendido. Debe tomarse algo distinto del devenir diario y sobre lo que en otras ocasiones no se hubiera reflexionado.

Si tales ejercicios se repiten siempre sistem�ticamente una y otra vez, se comprobar� que las ideas acudir�n en el momento oportuno y que los verdaderos pensamientos surgen en el momento necesario. As� el pensar adquirir� una flexibilidad que resultar� sumamente significativa para la vida pr�ctica del hombre. Hay otro ejercicio que es especialmente apropiado para actuar sobre la memoria.

Comi�ncese por recordar un acontecimiento cualquiera, digamos de ayer, de la manera ordinaria en que nuestros recuerdos se suelen presentar. Por lo com�n los recuerdos de los hombres son vagos; generalmente estamos contentos si tan s�lo recordamos el nombre de la persona que encontramos ayer. Mas si queremos cultivar nuestra memoria no basta contentarnos con ello. Tenemos que tener en claro que sistem�ticamente debemos practicar el siguiente ejercicio:

Nos diremos: "Recordar� muy exactamente a la persona que he visto ayer, en qu� esquina la he visto y qu� m�s hab�a en torno suyo. Evocar� nuevamente esta imagen y me representar� con toda exactitud su saco e incluso su chaleco". La mayor�a de las personas notar�n que no lo pueden hacer, que no les es posible. Se dar�n cuenta de cu�nto les falta para llegar a una representaci�n realmente pict�rica de lo que ayer les sucedi�, de lo que ayer experimentaron.

Tenemos que tomar como punto de partida aquellos casos, que son la gran mayor�a, en que el hombre no es capaz de evocar en su memoria lo que ha experimentado ayer. En verdad la observaci�n humana es sumamente inexacta. El experimento de un profesor universitario con sus oyentes demostr� que s�lo dos de los treinta presentes hab�an observado bien determinada escena; los dem�s veintiocho hab�an observado mal.

Pero una buena memoria es la hija de una observaci�n fiel. Para desarrollar la memoria es por lo tanto necesario observar exactamente. Una buena memoria se conquista por medio de la observaci�n fiel; pasando por un cierto proceso an�mico nace la memoria fiel como hija de la buena observaci�n. Si en un principio uno no puede recordar exactamente lo que ha experimentado ayer, �qu� es lo que se hace entonces?

Comi�ncese por recordar lo m�s exactamente posible, y donde falle la memoria tr�tese de representar algo equivocado, pero sin dejar de completar el todo. Supongamos que ustedes hayan olvidado si una persona que encontraron vest�a traje marr�n o negro. Imag�nense entonces que vest�a saco marr�n y pantal�n marr�n; que luc�a tales o cuales botones en su chaleco; que la corbata era de color amarillo y all� la situaci�n era tal que la pared era amarilla, a la izquierda pasaba un hombre alto, a la derecha uno peque�o, etc. Lo que se recuerda se pone en el cuadro, y s�lo aquello que no se recuerda ser� completado, para obtener en la mente un cuadro �ntegro. Es cierto que as� la imagen ser� inexacta pero por el esfuerzo de llegar a un cuadro completo se ver�n ustedes estimulados para observar en adelante con mayor exactitud y habr�n ustedes de continuar la pr�ctica de tales ejercicios. Si lo han hecho cincuenta veces, entonces la quincuag�sima primera vez sabr�n con toda exactitud c�mo se ve�a la persona que encontraron, qu� traje vest�a; recordar�n todo, incluso los botones del chaleco. No escapar� ya nada a su observaci�n y todo detalle se grabar� en su memoria.

As� habr�n empezado ustedes a agudizar su sentido de observaci�n mediante los ejercicios y habr�n obtenido despu�s, como producto del sentido de observaci�n, un mejoramiento en la confiabilidad de la memoria.

Especialmente debe tratarse de no s�lo retener el nombre y algunos rasgos generales de la cosa o persona por recordar, sino esforzarse en obtener una representaci�n pict�rica que abarque todos los detalles, y si alg�n detalle escapa a la memoria se intentar� completar el cuadro para que forme una totalidad. Veremos que de esta manera aparentemente indirecta, nuestra memoria se vuelve cada vez m�s fiel.

Vemos pues, que es posible se�alar un manejo sencillo a trav�s del cual el hombre convierte su pensar en algo cada vez m�s pr�ctico.

Muy importante es lo siguiente: Al reflexionar sobre algo el hombre siente cierto anhelo por alcanzar un resultado. Medita c�mo tiene que hacer esto o aquello, y llega a este o aquel resultado. Es este un deseo muy comprensible; mas no es lo que conduce al pensar pr�ctico. Toda precipitaci�n en el pensar no nos hace pr�speros, sino que nos retarda. En estos asuntos es absolutamente esencial la paciencia.

Por ejemplo: Debe ejecutarse este o aquel trabajo. Existe este o aquel m�todo para llevarlo a cabo. T�ngase ahora la paciencia de figurarse qu� suceder�a al ejecutarlo de una manera, e imag�nese tambi�n c�mo resultar�a seg�n la otra.

Seguramente que siempre existir�n motivos para preferir uno u otro m�todo. Pero ahora, abst�ngase de tomar una resoluci�n inmediata; esfu�rcese en imaginarse las dos posibilidades y en decirse luego: "�Basta por ahora!, dejo de reflexionar sobre el asunto".

Habr� personas que aqu� se pondr�n impacientes y les ser� dif�cil dominar su impaciencia. Es extremadamente �til dominarla y decirse: "Se puede hacer de esta manera o de aquella, pero me abstengo de pensar en esto durante cierto tiempo". Postergue la acci�n hasta el d�a siguiente, si es posible, y consid�rense de nuevo las dos posibilidades. Se comprobar� que las cosas habr�n cambiado entretanto y que la resoluci�n se tomar� de un modo distinto, o al menos con mejor fundamento que si la hubi�ramos decidido el d�a anterior. Las cosas llevan una necesidad inmanente, y si nosotros no actuamos con impaciencia y terquedad, sino que permitimos que esa necesidad inmanente opere en nosotros �y seguro que lo har�! entonces ella habr� enriquecido nuestro pensar hasta el otro d�a y nos facilitar� una resoluci�n m�s adecuada. �Esto es de suma utilidad!

Si, por ejemplo, le piden un consejo sobre esto o aquello que ha de ser resuelto: tenga la paciencia de no manifestar su decisi�n de inmediato, sino de considerar en primer t�rmino varias posibilidades. No tome una conclusi�n inmediata, sino tranquilamente permita que las posibilidades act�en libremente.

Con raz�n dice el proverbio popular que antes de resolver una cosa, debe ser consultada con la almohada.

De cualquier manera esto no es suficiente. Es necesario tomar en consideraci�n dos o a�n m�s posibilidades, las cuales seguir�n obrando en uno, en ausencia, por decirlo as�, del Yo consciente. M�s tarde se volver� sobre el asunto. Se ver� que de esta manera se activar�n fuerzas inmanente s del pensar, volvi�ndose �ste cada vez m�s pr�ctico y adecuado a la realidad.

Es as� que dondequiera se desempe�e el hombre en el mundo, ya sea que trabaje en el banco de carpintero o con el arado, o que ejerza una de las profesiones: si practica estas reglas, siempre ser� un pensador pr�ctico a�n sobre las cosas m�s comunes de la vida cotidiana. Ejercit�ndose as�, emprender� y considerar� las cosas del mundo de un modo distinto. Y por muy �ntimos que parezcan estos ejercicios en un principio, servir�n precisamente para el mundo externo; encierran el mayor significado justamente para este mundo exterior, y tendr�n consecuencias decisivas.

Les mostrar� con un ejemplo cu�n necesario es pensar sobre las cosas de un modo verdaderamente pr�ctico: Alguien trep� a un �rbol efectuando algo all� arriba. Cae del �rbol, da en el suelo y queda muerto. Ahora bien, es f�cil pensar que muri� por la ca�da. Se dir� que la ca�da fue la causa y la muerte, el efecto. Parece existir una correlaci�n entre la causa y el efecto.

Ahora bien, aqu� pueden ocurrir conclusiones err�neas. Puede ser que aquel hombre haya sufrido all� arriba un paro card�aco y que se haya ca�do como consecuencia de �ste. El resultado final es absolutamente id�ntico que si se hubiera ca�do vivo; pas� por los mismos sucesos que realmente hubieran podido ser la causa de su muerte. As� es posible confundir radicalmente causa y efecto.

Aqu� se trata de un ejemplo evidente; pero a menudo hay casos donde es menos palpable en qu� se ha errado. Tales errores del pensar se dan con una frecuencia constante e incluso tenemos que decir que en la ciencia moderna d�a a d�a se establecen juicios que efectivamente confunden causa y efecto tal como se ha descrito. Pero la gente no lo comprende, ya que no toma en cuenta la posibilidad de pensar.

Para ilustrarles sobre c�mo ocurren tales errores del pensar, quisiera darles un ejemplo m�s, el cual a la vez les demostrar� que quien haya practicado los ejercicios aqu� se�alados ya no podr� incurrir en estos errores. Supongan ustedes lo siguiente: Un sabio afirma que el hombre, tal como hoy se nos presenta, desciende del mono; �l dice: lo que conozco del mono, las facultades del mono, se perfeccionan, dando por producto el hombre. -Ahora, para exponer la importancia del pensamiento sobre este caso, partamos de la siguiente premisa: Imagin�monos que el hombre que debiera enunciar esa conclusi�n, se viera completamente solo en esta Tierra por una circunstancia cualquiera. Adem�s de �l, s�lo est�n presentes aquellos monos, de los cuales, seg�n su teor�a, puede nacer el hombre. Estudia estos monos con toda exactitud y se forma, bien detalladamente, un concepto de todo cuanto haya en el mono. Y ahora tratar� de hacer surgir de su concepto del mono, el concepto del hombre, sin haber visto nunca en su vida un hombre. Ver� que nunca lo lograr�: Su concepto "mono" nunca se metamorfosear� en el concepto hombre.

Si cultivara h�bitos de pensar correctos, deber�a decir: "Mi concepto del mono no se concibe para una transformaci�n que hiciese surgir del concepto mono el concepto del hombre; luego, aquello que veo en el mono no puede metamorfosearse en hombre; pues, de lo contrario, mi concepto tambi�n deber�a transformarse. Por lo tanto, entra en juego un factor que no puedo ver". Ese hombre deber�a pues, percibir algo invisible suprasensible tras el mono f�sico, algo de lo que no se puede percatar y que podr�a conducir hacia el hombre.

No entramos aqu� en la imposibilidad del caso, sino que nos limitaremos a se�alar el error del pensar que domina aquella teor�a. Si el hombre pensara correctamente, se ver�a llevado a admitir que no es correcto pensar de la manera caracterizada sin presuponer algo suprasensible. Si ustedes reflexionan sobre el asunto, descubrir�n que una cierta cantidad de hombres ha cometido, en este punto, un excesivo error del pensar. Estos errores los evitar� quien ejercite su pensar de acuerdo con el m�todo se�alado.

Para quien sepa pensar correctamente, gran parte de nuestra literatura contempor�nea, (sobre todo del dominio de las ciencias naturales) ser�, por tales pensamientos incre�bles y err�neos, una fuente de efectos que hasta provocan dolor f�sico al leerlos. Con ello en absoluto criticamos el inmenso tesoro de observaciones obtenidas por estas ciencias naturales y sus m�todos objetivos.

Ahora consideraremos lo que se relaciona con la estrechez de miras del pensar. Por lo com�n, el hombre efectivamente no sabe que su pensar no es muy adecuado a la realidad, sino que en la mayor parte s�lo es un resultado de h�bitos del pensar. De all� que quien comprenda plenamente el mundo y la vida, formar� juicios muy distintos de quien no la comprenda en su plenitud, como por ejemplo el pensador materialista. No es f�cil convencer a tal persona mediante razones, por s�lidas y buenas que fueren. Tratar de convencer a quien conoce poco de la vida, es un esfuerzo est�ril, ya que aqu�l no podr� apreciar las razones que conducen a esta o aquella afirmaci�n. Si por ejemplo se ha acostumbrado a considerar s�lo la materia en todo, quedar� pues, apegado a este h�bito del pensar.

Por lo general, hoy en d�a no son las razones lo que lleva a una persona a tal o cual afirmaci�n, sino que detr�s de las razones est�n los h�bitos del pensar adquiridos, que influencian todo su sentir y su vida emocional. Cuando alega razones, s�lo ocurre que la m�scara de su pensar habitual se antepone a su sentir y a su vida emocional. Es as� que a menudo no s�lo el deseo es el padre del pensamiento, sino que todos los sentimientos y h�bitos del pensar son los autores de los pensamientos. El que conoce la vida sabe con cu�n poca probabilidad se puede convencer a alguien con razones l�gicas, ya que aqu� resultan decisivos ciertos factores que residen m�s en lo profundo del alma que las razones l�gicas.

Existen pues, buenas razones para la existencia de nuestro movimiento antropos�fico y para el estudio en sus grupos y ramas. Cada cual notar� que, por haber colaborado durante cierto per�odo en este movimiento, habr� asimilado un pensar, un sentir y una sensibilidad nuevos; pues por el trabajo en nuestras ramas uno no s�lo se ocupa de encontrar las razones l�gicas de algo, sino que adquiere un sentir y un percibir m�s amplios.

C�mo se burlaba acaso, hace algunos a�os, un hombre que por vez primera asistiera a una conferencia sobre la ciencia espiritual... y hoy, cu�ntas cosas que poco tiempo atr�s quiz�s hubiera considerado como extremadamente absurdas le son evidentes y transparentes. Al trabajar en el movimiento antropos�fico no s�lo transformamos nuestros pensamientos, sino que aprendemos a llevar nuestra alma toda a una perspectiva m�s amplia.

Tenemos que tener en claro que los matices de nuestros pensamientos surgen de regiones mucho m�s profundas de lo que com�nmente se supone. Ciertas emociones, ciertos sentimientos, son los que nos impelen a una opini�n. Las razones l�gicas son a menudo una mera cobertura para los m�s profundos sentimientos, emociones y h�bitos del pensar.

Para llegar a considerar importantes las razones l�gicas es necesario aprender a amar la l�gica como tal. Reci�n cuando se aprenda a amar la objetividad, las razones l�gicas ser�n decisivas. Paulatinamente se aprende a pensar objetivamente, sin dejarse influir por la predilecci�n por este o aquel pensamiento, la visi�n se ampliar� y el hombre se volver� pr�ctico; pr�ctico no en el sentido de que s�lo siga juzgando por m�todos trillados, sino en el sentido de aprender a pensar a partir del objeto mismo.

La verdadera pr�ctica es el producto del pensar objetivo; del pensar que fluye de las cosas mismas. Reci�n aprendemos a dejarnos estimular por las cosas cuando practicamos estos ejercicios con cosas sanas, como aquellas en las que la cultura humana participa lo menos posible y que no est�n alteradas los objetos de la naturaleza.

Ejercitamos con los objetos de la naturaleza, tal como hoy lo hemos descrito, es lo que nos conduce a ser pensadores pr�cticos. Esto es verdaderamente pr�ctico. La ocupaci�n m�s corriente de la vida cotidiana ser� encarada de manera pr�ctica si cultivamos el elemento b�sico: el pensar. Al ejercitar el alma humana, tal como ha sido trazado, damos al pensar una orientaci�n pr�ctica.

El fruto del movimiento de la ciencia espiritual ha de consistir en realmente ubicar a personas pr�cticas en el mundo. No es tan importante que el hombre considere cierto esto o aquello, sino que llegue a una visi�n plena de las cosas. El modo en que la antroposof�a penetra en nosotros para ampliar nuestra actividad an�mica y nuestra mirada, es mucho m�s importante que seguir teorizando acerca de lo espiritual m�s all� de las cosas exteriores. En este sentido la antroposof�a es algo realmente pr�ctica. Una misi�n importante del movimiento antropos�fico es que a trav�s del mismo el pensar humano comience a moverse, a ser educado de manera que el hombre piense que el esp�ritu est� detr�s de las cosas.

Si el movimiento antropos�fico genera este modo de pensar establecer� una cultura de la que ya nunca surgir� semejante pensar que para mover el vag�n, la gente quiera empujar desde adentro.

Este pensar fluir� por s� mismo dentro del alma. Si el alma ha aprendido a pensar sobre los grandes hechos de la vida tambi�n pensar� correctamente acerca de la cuchara sopera. Y los hombres se volver�n m�s pr�cticos no s�lo respecto a la cuchara sopera; tambi�n aprender�n a clavar un clavo y colgar un cuadro en una forma m�s pr�ctica que antes.

Es de suma importancia que aprendamos a considerar la vida an�mico-espiritual como un todo, y a trav�s de tal forma de ver, aprendamos a hacer las cosas de una manera cada vez m�s pr�ctica.


Revisaci�n de la versi�n castellana: Elisabeth Schellhammer